En esta categoría incluiremos honderos, lanzadores de jabalinas, arqueros, ballesteros y las tropas que empleaban los nuevos cañones de mano.
En una pequeña proporción podían acompañar al ejército honderos y lanzadores de jabalinas, tropas cada vez menos habituales. Bajo estas líneas, lanzadores de jabalinas cristianos y moros.
En una pequeña proporción podían acompañar al ejército honderos y lanzadores de jabalinas, tropas cada vez menos habituales. Bajo estas líneas, lanzadores de jabalinas cristianos y moros.
Royal 16 G VI - Chroniques de France ou de St Denis
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El arco y la ballesta fueron ampliamente empleados en la Edad Media (a pesar de la excomunión prometida para quien los usara en las guerras entre cristianos). Y es que tanto arqueros como ballesteros eran tropas muy eficaces en el combate en campo abierto, en el asedio o el combate naval.
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Aunque los arqueros tenían una frecuencia de tiro mayor y un alcance superior, la trayectoria plana de la ballesta, su capacidad de penetración en las armaduras y su fácil manejo hacían de ella un arma muy utilizada.
Dado el tiempo necesario para volver a cargar la ballesta, no era extraño que, como vemos en la ilustración, fueran acompañados de arqueros que los protegieran o se refugiaran tras un mantelete.
Royal 20 C VII - Chroniques de France ou de St Denis
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En el siglo XIV, durante la "Guerra de los cien años", destacó el arco de tiro largo (en inglés, longbow) cuya actuación determinó la victoria del ejército inglés en numerosas batallas (un buen ejemplo de ello es la de Crécy). Su éxito radicaba en el trabajo conjunto de un gran número de arqueros que , protegidos tras una barricada de estacas, lanzaban una auténtica lluvia de flechas a gran distancia (podían llegar a lanzar unas doce por minuto).
Sus pesadas flechas, de punta de cincel, podían atravesar cotas de malla y armaduras de placas, de manera que un ejército con un nutrido grupo de arqueros podía llegar acabar con la caballería pesada enemiga.
En el siglo XIV aparecen las primeras armas de fuego de uso individual, como la culebrina o cañón de mano (en inglés, handgonne; en alemán, handbüchse), muy rudimentarias. Aunque, lentas de cargar y muy imprecisas, la facilidad de su manejo suponía una ventaja frente al largo entrenamiento que requería el tiro con arco: los infantes podían adiestrarse rápidamente. Además, las heridas que provocaban resultaban más letales por las lesiones internas que provocaban, las grandes hemorragias y la facilidad de infección.
Los ejemplos más primitivos consistían en un tubo de hierro o latón de unos 25 cm. de longitud que disparaban una bala de plomo. Para dispararlo se sostenía con la mano, una vez cargado, al tiempo que se prendía la pólvora a través de un orificio (el oído del arma). Dado que se calentaba enseguida, pronto se montó sobre un mango de madera de un metro o metro y medio. Bajo estas líneas tenemos una fotografía del cañón de mano de Tannemberg, a cuya parte metálica, de 33 cm, se le añadía un largo mango de madera. En el vídeo podemos observar el tiempo necesario para cargar y disparar un modelo similar.
El creciente éxito de las tropas lanzaproyectiles en la lucha contra los caballeros supuso un cambio radical en la concepción de la guerra medieval: ahora un villano podía acabar con facilidad con un noble equipado con la mejor armadura.
Se puede ampliar esta inormación leyendo los estudios:
- "Bombardeta, cerbatana, ribadoquín, falconete y cañón de mano. Cinco piezas multifuncionales de la artillería antigua", de Julio González Alcalde, publicado en "Militaria. Revista de Cultura militar".
- "Un conjunto de puntas de proyectil recuperadas en la excabación del Castro de los Judíos (Puente Castro, León) y el uso de arcos y ballestas en la Edad Media", de María González Castañón. Estudios Humanísticos. Historia. Nº 6, 2007, pp. 65-84.
Resulta muy interesante la lectura del libro "Tecnología de la defensa: análisis de la situación española, escrito por Carlos Martí Sempere.
Los ejemplos más primitivos consistían en un tubo de hierro o latón de unos 25 cm. de longitud que disparaban una bala de plomo. Para dispararlo se sostenía con la mano, una vez cargado, al tiempo que se prendía la pólvora a través de un orificio (el oído del arma). Dado que se calentaba enseguida, pronto se montó sobre un mango de madera de un metro o metro y medio. Bajo estas líneas tenemos una fotografía del cañón de mano de Tannemberg, a cuya parte metálica, de 33 cm, se le añadía un largo mango de madera. En el vídeo podemos observar el tiempo necesario para cargar y disparar un modelo similar.
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El creciente éxito de las tropas lanzaproyectiles en la lucha contra los caballeros supuso un cambio radical en la concepción de la guerra medieval: ahora un villano podía acabar con facilidad con un noble equipado con la mejor armadura.
Se puede ampliar esta inormación leyendo los estudios:
- "Bombardeta, cerbatana, ribadoquín, falconete y cañón de mano. Cinco piezas multifuncionales de la artillería antigua", de Julio González Alcalde, publicado en "Militaria. Revista de Cultura militar".
- "Un conjunto de puntas de proyectil recuperadas en la excabación del Castro de los Judíos (Puente Castro, León) y el uso de arcos y ballestas en la Edad Media", de María González Castañón. Estudios Humanísticos. Historia. Nº 6, 2007, pp. 65-84.
Resulta muy interesante la lectura del libro "Tecnología de la defensa: análisis de la situación española, escrito por Carlos Martí Sempere.